Nos conocimos hace muchos años en un grupo juvenil de la Iglesia, aunque en ese entonces apenas teníamos contacto debido a que no compartíamos muchas amistades. Pero hace cinco años, nuestras vidas dieron un giro inesperado cuando Dios nos llamó a servir en el mismo equipo durante un retiro espiritual para jóvenes. Fue en ese momento que comenzamos a conectar y a conocernos mejor, y de esa experiencia nació una hermosa amistad.

Con el paso de los días, nos dimos cuenta de que, aunque éramos diferentes en muchos aspectos, esas diferencias eran precisamente lo que nos unía y nos hacía complementarnos. Entendimos que estábamos siguiendo el mismo camino y que había un propósito mayor detrás de nuestra unión. Nos preguntábamos por qué no nos habíamos acercado antes, pero finalmente comprendimos que Dios tenía un plan especial para nosotros.